Por Francisco Miró Quesada Rada. Politólogo
En setiembre del año pasado los monjes budistas de Myanmar, antes Birmania, encabezaron una serie de movimientos populares contra la dictadura militar que azota este país. Las manifestaciones de los budistas, como tenía que ser, fueron pacíficas y sufrieron la represión de la dictadura, un hecho que consternó a la opinión pública mundial. Sin embargo, pese a la presión de la ONU, los militares todavía se mantienen en el poder.
A lo largo de la historia de este país han existido relaciones constantes entre el budismo y la política. Cuando se independiza de la dominación colonial del Reino Unido, U-Nu, su primer presidente, elaboró un programa que denominó "socialismo budista". Sostuvo que un auténtico Estado socialista tenía por finalidad promover la igualdad entre todos los seres humanos, desaprobar la codicia, pero a la vez proporcionar tiempo libre para que los ciudadanos pudieran dedicarse a la meditación y buscar el nirvana, la liberación permanente entre el ciclo eterno de muerte y el renacimiento. Este presidente, que mezcló las enseñanzas del budismo con el socialismo, fue derrocado por el Ejército en 1962 y huyó a la India, para luego retornar a su país y convertirse en monje budista.
Un caso extraordinario en la aplicación de los principios budistas a los asuntos seglares es el de Aung-San-Suu kyi, quien se opuso a la dictadura y es considerada una de las principales defensoras de los derechos humanos. Esta lideresa de Myanmar fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1991. En su obra "Liberación del miedo" propone una democracia moderna, el respeto por los derechos humanos y los valores budistas tradicionales como la verdad, valentía, rectitud y bondad.
Si bien esta relación entre el budismo y la política se está manifestando con mayor énfasis en la actualidad, ha sido una constante en la historia de los países budistas. El emperador hindú Asoka (268 al 239 a.C.), de la dinastía Maurya, una especie de Constantino hindú, se convirtió explícita y públicamente al budismo y lo extendió más allá de sus fronteras. Se cree que Menandro, uno de los reyes helénicos de Asia Central, sucesor de Alejandro El Magno, se convirtió al budismo. El príncipe japonés Sotuku declaró el budismo religión oficial de la corte Yamoto durante el 592 de nuestra era.
De todos los linajes reales budistas, el tailandés, antes reino de Siam, ha sobrevivido con mayor vigor. Tailandia fue el único país del sudeste asiático que no sufrió la dominación del colonialismo occidental, situación que permitió a su monarquía tener una estable continuidad para construir su propio camino hacia la modernización. Uno de sus monarcas promocionó una forma de budismo compatible con la ciencia occidental moderna.
Así como el budismo en algunos casos es creencia oficial, en otros ha sido perseguido, tal como sucede con el Dalai Lama tibetano, el decimocuarto entre los líderes religiosos y seculares del Tíbet, que recibió el Premio Nobel de la Paz.
Llama gratamente la atención cómo en la era de la globalización el budismo se está adecuando a los cambios, pero manteniendo su esencia, y que los monjes budistas encabecen la lucha a favor de la democracia, una forma política creada por Occidente.
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