Muller citó varios autores religiosos que tratan el tema, incluyendo al padre jesuita Barrios, al Vaticano II y al propio Padre Varela. En todas esas fuentes se da primero una especie de clasificación de los ateos, pues los hay de varias clases: los que simplemente niegan a Dios, como dice Varela en su primera Carta a Elpidio; los que creen en Él, pero para manipularlo, como tambien dice Varela: y hasta los que lo reconocen, pero desobedecen sus leyes.
En su contundente Lógica, Varela dice que: "Por más que diga el impío (el ateo) que no hay Dios, es muy fácil descubrir que él no sabe que no lo hay", es decir, que el ateísmo no es algo probado, sino una mera duda subjetiva. Y llega a decir Varela que los ateos, por lo general, niegan la libertad del hombre, para así verse libres de la responsabilidad moral y no tener que dominar las pasiones propias ni dar cuenta a Dios alguno.
El Padre Barrios, por su parte, trata de comprender las explicaciones del ateísmo que dan los ateos, y afirma que una de las más frecuentes "razones" que ofrecen para no creer es la existencia del mal, cosa que parece oponerse a un Dios benevolente. Los que así piensan olvidan que el pecado ha tergiversado, precisamente, el orden natural, lo ha hecho "malo" en ciertas situaciones para el hombre.
Muller recordó aquí la frase de San Pablo, de que la naturaleza ha sido sometida a la vanidad del pecado, y gime "dolores de parto" hasta que se manifieste la gloria de los hijos de Dios. Lamentablemente, según Muller, esos mismos hijos de Dios, o sea los creyentes, a veces dan motivo de escándalo a los ateos, ofreciéndoles una imagen distorsionada del verdadero Dios. En este sentido el ateísmo es beneficioso porque obliga los creyentes a "purificar" sus creencias, y sobre todo, sus vidas. En definitiva, como dice el autor Emiliano J. Hernández, sólo el santo es el verdadero testigo de Dios.
Al fin y al cabo, el verdadero Dios es un Dios trinitario, una relación entre tres personas. Esto es crucial porque "si no encontramos al Tú con mayúscula, a través de los "tús" humanos, pasará una de dos: o endiosaremos al tú (idolatría) o endiosaremos al Dios al yo (egolatría). Por eso todo ateismo termina en la creación de una falsa religión y un falso dios. Este dios puede ser la "ciencia", o puede ser un Líder Máximo, o hasta una estrella de cine o de deporte, el canto o la farándula. Ahí vienen los diversos "fanatismos", fenómeno que junto con el ateísmo y la superstición, el Padre Varela presagiaba que podían destruir la sociedad, y hasta naciones enteras. Y acertó, lamentablemente, como demuestran los casos de Rusia y de Cuba, que Chávez quiere ahora copiar en Venezuela. En la discusión que siguió a la ponencia de Muller, se habló del positivismo de Compte, que infectó el primer plan educativo de Cuba, del ateo "de a pie" hoy día, del agnóstico, del origen del Universo, del Bing-Bang y la religión, y hasta del planeta Júpiter. Muller insistió en que habiendo sido el Padre Varela sacerdote, santo, creyente y, a la vez, científico (pues creó el primer laboratorio de Física elemental en Cuba), no tiene sentido que en nuestra patria haya pugna entre "ciencia y religión".
Como ejemplo de armonía entre Ciencia y Fe, terminó citando al gran Pasteur, padre de la microbiología, la fermentación, la estereoquímica y la vacunación. Decía Pasteur: Dichoso el hombre que lleva dentro de sí a Dios y le obedece; Félix si tiene en sí un ideal de belleza, de arte, de ciencia y de patria; un ideal de las virtudes del Evangelio. Esos son los manantiales vivos de los grandes pensamientos y de las grandes acciones. Todo se ve claro a la luz del infinito.