Yunieska tiene tres años y aún no sabe distinguir entre un caballo y una vaca. Al burro lo llama chivo, y a Baltasar le preguntó: "¿Eres Fidel?". Es una pequeña a quien sus padres intentan enseñarle una tradición extinta en la sociedad. La Epifanía del Señor o Día de Reyes está tan ausente de las celebraciones en la Isla, que ni siquiera tiene un minuto en los espacios de la prensa oficialista.
"No sabemos nada, como no sea a través de los programas que la gente graba de los canales de afuera. Aquí ni mencionan la fecha del Día de Reyes", se queja una madre de 33 años a quien le gustaría que su hijo creciera respetando esos valores. "No te dejan hablar de esas cosas y hasta la familia ha perdido ese respeto a la fantasía".
Las autoridades se han esforzado por apartar toda celebración cristiana de la agenda de la sociedad. El tema más difundido es la política. En materia espiritual, las religiones afrocubanas sí han encontrado recepción en el gobierno.
"Tengo 37 años. Mis padres no me pudieron bautizar, ni llevarme nunca a una iglesia. Si lo hacían, eran expulsados del trabajo. En casa siempre me inculcaron esos valores del respeto a las tradiciones, aunque fue muy traumático, porque sólo funcionaba dentro del ámbito familiar: mis amigos no tenían ninguna espiritualidad", cuenta Jorge, un profesional que desde el balcón de su casa celebra en silencio e incita a su hijo de dos años a que busque bajo el árbol de Navidad el regalo dejado por los Reyes Magos.
"Crecimos sin inocencia ni espiritualidad ni imaginación. Nos impusieron a hombres que, en vez de llevar un saco de juguetes a la espalda, cargaban un fusil. Hasta en las monedas con que jugábamos de niños, aprendimos a leer 'Patria o Muerte'", agrega un psicólogo que trabaja en Salud Pública y se ha encontrado en sus diez años de experiencia no pocos casos controversiales.
"La sociedad ha hipotecado la creatividad y tenemos que conformarnos con ver, oír y escribir aquello que ellos quieren. Tampoco puedes discernir entre qué es bueno o malo. Eso ya lo hicieron por nosotros. No es de extrañar que un pueblo así pierda hasta la inocencia, tan necesaria para la creatividad y el equilibrio emocional", concluye, mientras su hijo le enseña orgulloso un pequeño perro de peluche.
Lejos de la Iglesia
Desde que era niña, Bertha participa en todos los actos litúrgicos y de celebración de la Iglesia. Este 6 de enero ha tenido que hacerlo sola: "Mis hijos dedican el domingo a comprar los víveres de la semana en el mercado agropecuario y los nietos amanecieron en las fiestas de la calle, están durmiendo la mañana".
Al abordarla a la entrada del templo, comentó: "Los jóvenes casi no creen en la fe cristiana y ni les hables de visitar la iglesia".
Arquitectónicamente, el edificio recuerda la celebración cristiana. A un costado de la nave central se ha colocado la escenificación del nacimiento de Jesús.
"Muchos llegan sorprendidos por los colores y las luces, pero pocos permanecen durante la misa". Quien piensa así esconde algunas insatisfacciones bajo la manga: "No nos permiten educar al pueblo en el principio de la fe, ellos se basan en la ideología atea y eso sólo logra crear un pueblo sin valores".
Cartas sin remitentes
"No escriben cartas a los Reyes Magos. Ese simbolismo de dirigirse a un ideal, a un 'alter ego', es un factor indispensable para que el niño crezca con valores definidos, con conceptos claros de lo que quiere", opina una madre de 40 años.
Alguien discrepa: "No sólo deben escribir por escribir, lo esencial es que crean, que creamos en la posibilidad de lo ignoto. Si sólo creemos en lo que nos dicen, en lo que vemos, seremos cualquier cosa, menos personas tolerantes y solidarias: seremos impíos".
La antigua tradición, que en la Isla ha perdido toda huella desde que a principios de los años sesenta Fidel Castro cerrara las posibilidades de diálogo a la Iglesia, representa el punto culminante en las celebraciones por el nacimiento de Jesucristo.
"Cómo te va a sorprender que los niños no se vean involucrados en la celebración del Día de Reyes, si la Navidad estuvo prohibida en Cuba hasta ayer mismo, que vino el Papa", dice un abuelo que no ha podido celebrar de nuevo una Nochebuena con todos sus descendientes. "Unos se fueron a estudiar lejos, y no volvieron, y otros volvieron siendo diferentes. Mi familia no es la misma".
A lo largo de estos 50 años de dictadura, la Iglesia Católica ha encontrado no pocos escollos para desarrollar su labor. Sin escuelas propias, y escasa presencia en las cárceles y los hospitales, ha tenido que limitar su trabajo a los muros de los templos.
"Casi nunca nos han permitido accionar fuera de nuestra casa, hemos tenido que perder y volver a ganar nuestro rebaño en miles de ocasiones, pero siempre nos hemos tenido que conformar con esperar que vengan a nosotros, que busquen al Señor", dice un diácono que trabaja en la rehabilitación de personas afectadas por el alcoholismo y prefiere mantener el anonimato.
"Todas las celebraciones litúrgicas, que sólo promueven la reconciliación entre los hombres, el amor y la confianza en Dios, se mantienen al margen de la sociedad. El gobierno no divulga ninguna fecha solemne, ni de celebración de la Iglesia. Nuestras Navidades, las fiestas por la Anunciación y la Epifanía suceden al margen de casi toda la sociedad. El resultado: hoy Cuba muestra los más altos índices de aborto, suicidio, alcoholismo y divorcio de América Latina".
En Alcohólicos Anónimos, el grupo se reúne para tratar de alejar el fantasma del alcoholismo, con la participación también de los familiares. "Hemos descubierto un mundo muy hermoso, lástima que haya sido a través de la desgracia de mi hijo alcohólico. Cada día pido porque nuestros problemas se acaben y nos proteja Dios", opina una señora presente en la reunión.
Abriendo puertas
A pesar de que los precios de los juguetes no sufrieron variaciones en las tiendas en divisas (oscilan entre 1 y 50 dólares), ni el gobierno desarrolla actividades con los niños, muchas familias realizan un esfuerzo increíble por llevar a sus hijos a un mundo de fantasías para favorecer la creatividad.
"Tenemos que hacer de tripas corazón para que los niños conozcan algo diferente al odio hacia otros gobiernos, o hacia el capitalismo, y que encuentren un asidero en las verdaderas tradiciones de nuestra nacionalidad", relata un padre a quien su hijo de once años le parece "algo raro" con respecto al resto.
"Es un muchacho con unos valores que me ha costado inculcarle. Él prefiere permanecer con nosotros en la celebración, pero temo por que allá afuera casi todos viven la vida más material, más corrupta", reconoce.
Todavía parece estar pendiente aquella homilía pronunciada por el papa Juan Pablo II, al dirigirse hace diez años a los jóvenes cubanos en Camagüey. Sobre todo, su deseo final: "Para ayudarlos, les dejo también un mensaje escrito, con la esperanza de que llegue a todos los jóvenes cubanos, que son el futuro de la Iglesia y de la Patria".
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