La Navidad ortodoxa se celebra en Serbia este 7 de enero entre los temores de que la provincia de Kosovo, considerada por los serbios la cuna de su nación y espiritualidad, proclame su independencia y de que ésta sea reconocida por Estados Unidos y países de la Unión Europea.
Los albaneses, que son una abrumadora mayoría de la población de Kosovo, se preparan para proclamar en breve la independencia de esa provincia serbia en coordinación con Washington y Bruselas.
Serbia dejó claro que no renunciará nunca a Kosovo y amenazó con reconsiderar las relaciones diplomáticas y otros vínculos con aquellos Estados que reconozcan su independencia.
Para muchos serbios, Kosovo tiene la fuerza de un mito, ya que fue la cuna de la nación y la espiritualidad cristiana ortodoxa como centro de un modesto imperio medieval serbio, caído ante los avances de los otomanos en 1389, en la batalla del Campo de los Mirlos.
El ensayista serbio Bojan Jovanovic, especializado en etno-psicología, comentó recientemente en un semanario que 'Serbia se ha quedado indefinida en el tiempo entre su rico pasado, el futuro poco claro y el presente de pobreza', como un país 'donde el tiempo transcurre a un ritmo diferente' y donde 'el pueblo está en permanente retraso'.
Se refirió así también a la actualidad política del país, que aún no ha decidido con firmeza si seguirá por la senda pro europea o se alejará de esa vía, que inició en el año 2000, después de la caída del régimen autoritario del ex líder Slobodan Milosevic.
La Iglesia Ortodoxa Serbia ha difundido un mensaje, repetido hoy por las emisoras de radio y televisión, en el que subraya que 'compartimos con todos la tristeza y la preocupación por los acontecimientos en Kosovo y Metohija, nuestra tierra sagrada, corazón y alma del pueblo serbio'.
En estos momentos, también existe preocupación por la deteriorada salud del anciano patriarca serbio Pavle, de 93 años, una personalidad respetada por su ascetismo y dedicación al evangelio por el Gobierno y la oposición y por todos los ciudadanos, indistintamente de su origen étnico.
La Navidad en Serbia se celebra según el viejo calendario Juliano, seguido por la Iglesia serbia y que se retrasa 13 días en relación con el Gregoriano.
La festividad comenzó anoche con congregaciones de los fieles y de los que van por curiosidad o para 'ser vistos' en las principales catedrales de la gélida capital serbia, que desde hace casi un mes vive temperaturas bajo cero y con nieve en abundancia en sus calles.
Frente a las iglesias se ilumina tradicionalmente el pesebre de ramas secas de roble y paja.
Por la noche, en casa, la familia se reúne en torno a la mesa, rociada con granos de trigo, en la que hay comida vegetal, judías blancas, pescado, fruta seca, miel y pan, ya que ese día es el último de un ayuno de 40 días.
El día 7 de enero se celebra en familia. No se va de visitas y sólo se recibe por la mañana a un pariente o amigo de trato especial.
La Navidad suele despertar ahora una auténtica exhibición de religiosidad en la vida pública, con plasmación en la televisión y en la prensa, en este país que durante medio siglo, desde 1945 hasta 1990 vivía en un régimen comunista.
La prensa publica suplementos sobre esta fiesta de paz y concordia, a modo de clase de catecismo, a la población que se había olvidado de la religión y a la que va retornando.
Hay muchos serbios no bautizados que se presentan como ortodoxos por el mero hecho de ser serbios o por ser ésa la fe de sus mayores.
Pero también hay cada vez más gente que se bautiza adulto, y se ha popularizado contraer matrimonio por la iglesia, algo que fue poco común hasta hace más de una década.
Para algunos, la Navidad es tiempo de ocio, ya que hay empresas que hacen un 'puente de fiestas', este año entre el 29 de diciembre y el 8 de enero.
Y eso no es todo: los serbios también celebrarán el 13 de enero la Nochevieja ortodoxa, según el calendario Juliano, y el 14 comienza para ellos el Año Nuevo.
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