El autor es profesor de Investigación en la Escuela de Medicina, LSU Health Sciences Center, Nueva Orleáns, Louisiana.
El avance de la ciencia ha colocado a los científicos como el tercer elemento en medio de los conflictos entre los filósofos y los religiosos, pero alejándose, poco a poco, del dominio de la religión y de los religiosos.
Recordemos a Giordano Bruno, 1548-1600, filósofo, cura, cosmólogo y ocultista, quien propuso la idea de un universo infinito y homogéneo. Bruno fue quemado vivo por hereje por la Santa Inquisición Romana y hoy se le considera como el primer mártir de la ciencia.
Asimismo, Galileo, astrónomo, matemático y físico, quien buscó una nueva vía de razonamiento y un lenguaje diferente que separase el mundo científico del dominio del catolicismo, publicó en 1632 la teoría heliocentrista, contraria a las enseñanzas de la Iglesia católica; fue convicto como hereje por el Papa Urbano VII y condenado a vivir en su casa por cárcel hasta su muerte en 1642. El caso fue reabierto en 1992 por el Papa Juan Pablo II cuando Galileo fue finalmente absuelto del delito de herejía 350 años después.
La posición de Galileo estableció para la posteridad que la ciencia es una entidad independiente y no puede ser controlada por ningún elemento de la sociedad.
El renacimiento de la medicina científica, encabezado por las universidades de Salerno, Bolonia y Padua en Italia, que a pesar del control absoluto del catolicismo sobre todo lo científico, le dió oportunidades a profesores y alumnos católicos, judíos, protestantes y musulmanes, permitiendo que la ciencia se abriera camino independientemente fuera del control del religioso, dando lugar a que las ideas liberales de los científicos florecieran.
San Agustín advirtió del peligro que presentaban los religiosos ignorantes en ciencias y agregó que la interpretación de los pasajes bíblicos debía ser hecha de acuerdo con el estado actual del conocimiento.
Modernamente, la lucha continúa y el debate actual entre la ciencia y la religión está dirigido, en parte, a las decisiones científicas y médicas, aun cuando son hechas a conciencia, con buen juicio y apoyándose en evidencias sólidas. Se debaten interminablemente el uso de los anticonceptivos, el aborto terapéutico, la eutanasia, el uso de las células madre, la vacuna contra el cáncer uterino y en el futuro se debatirán los nuevos temas científicos por falta de conocimiento científico de los clérigos, los extremistas religiosos, los seudocientíficos y otros interesados.
La ciencia y la religión han sido eternas rivales; pero la ciencia no se contradice con la religión. La ciencia se basa en la razón y la deducción; la religión se basa en la fe, que en algunas instancias es más fuerte que la lógica. Estas contradicciones metafísicas son aceptadas mas fácilmente por los científicos, contrariamente a lo que la mayoría de la gente piensa. La ciencia trata de responder preguntas: ¿cómo se construye una molécula de insulina con las nuevas biotecnologías? La religión también trata de responder preguntas: ¿por qué fue creado el hombre? Pero precisamente, la búsqueda de las respuestas, explica, que un acto es correcto o incorrecto y el por qué, es consolador, en el plano emocional, pero no satisface en el plano intelectual.
La ciencia concede a los humanos el entendimiento y el control de la naturaleza. Su objetivo es la observación y la experimentación construyendo y probando teorías; descartando unas y buscando otras mejores. Nunca es perfecta, nunca absoluta, tampoco la última palabra; sin embargo, es útil y se mejora cada vez. La religión por su parte es un asunto personal y privado. Es una guía de conducta y una teoría del significado moral de nuestra existencia, a pesar de que los extremistas religiosos insisten que sólo hay una manera de creer en Dios y es de acuerdo con la visión que ellos tienen, lo cual siempre ha conducido, inevitablemente, a tragedias bélicas.
Bien podemos mejor pensar como el físico inglés James Joule en su poética expresión sobre la termodinámica: nada se destruye; nada se pierde; todo el sistema, complejo como es, funciona en armonía; todo parece complicado en la aparente confusión y lo intrincado de las interminables causas y efectos y sin embargo, vemos una perfecta exactitud, todo gobernado por la voluntad de Dios.
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