Hace algún tiempo leí un ensayo que se titulaba más o menos como el título de esta carta, en el que se analizaba exhaustivamente la conducta de los aficionados que acuden masivamente a los estadios y se ponían de manifiesto los paralelismos que existen entre la practica religiosa y la que observa un buen número de aficionados (no hay que generalizar) ante el deporte rey.
Y así tendríamos que estos hinchas 'adoran' no a un solo Dios, sino a once (más los reservas). Tienen sus ceremonias y sus ritos.
La procesión religiosa se convierte aquí en la que ponen en escena los equipos cuando ganan un campeonato y las 'misas' se celebran en las fuentes públicas y en los estadios convertidos en templos para aclamar a los vencedores, con buenos espectáculos de luz, color y sonido.
Por supuesto, a estos 'adoradores' no les importa dejarse un pastón en los estadios para que sus 'dioses' puedan disfrutar de sueldos astronómicos.
El acto cotidiano de culto es el que se celebra periódicamente en los estadios, con su clamor y devoción hacia sus 'dioses' y la 'justa' cólera hacia el 'diablo' (el árbitro que les trata injustamente); y no hablemos de las 'cariñosas' recepciones y despedidas al autobús del equipo contrario, a cargo de los fieles mas fanáticos.
Estas reflexiones me han venido a la cabeza al tener noticia de lo sucedido hace poco en el campo del Barcelona, donde dos jóvenes tuvieron la osadía de acudir al campo con la indumentaria del Madrid. En lugar de hacer la vista gorda y no darle la menor importancia, hubo energúmenos que los insultaron y que sin duda les hubiesen dado una paliza con gusto ¿A quién se le ocurre semejante afrenta!
El resumen es que este proceder está en las antípodas de la sana afición de antaño al noble deporte del balompié.
Y así tendríamos que estos hinchas 'adoran' no a un solo Dios, sino a once (más los reservas). Tienen sus ceremonias y sus ritos.
La procesión religiosa se convierte aquí en la que ponen en escena los equipos cuando ganan un campeonato y las 'misas' se celebran en las fuentes públicas y en los estadios convertidos en templos para aclamar a los vencedores, con buenos espectáculos de luz, color y sonido.
Por supuesto, a estos 'adoradores' no les importa dejarse un pastón en los estadios para que sus 'dioses' puedan disfrutar de sueldos astronómicos.
El acto cotidiano de culto es el que se celebra periódicamente en los estadios, con su clamor y devoción hacia sus 'dioses' y la 'justa' cólera hacia el 'diablo' (el árbitro que les trata injustamente); y no hablemos de las 'cariñosas' recepciones y despedidas al autobús del equipo contrario, a cargo de los fieles mas fanáticos.
Estas reflexiones me han venido a la cabeza al tener noticia de lo sucedido hace poco en el campo del Barcelona, donde dos jóvenes tuvieron la osadía de acudir al campo con la indumentaria del Madrid. En lugar de hacer la vista gorda y no darle la menor importancia, hubo energúmenos que los insultaron y que sin duda les hubiesen dado una paliza con gusto ¿A quién se le ocurre semejante afrenta!
El resumen es que este proceder está en las antípodas de la sana afición de antaño al noble deporte del balompié.
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