El primer ministro israelí, Ehud Olmert, estudia convertir al judaísmo a cientos de miles de emigrantes rusos con el aparente objetivo de incrementar el porcentaje judío en la población de Israel.
Fuentes gubernamentales citadas por el diario Haaretz informan de que Olmert se inclina por adoptar las conclusiones de una comisión pública que estudió el sistema de conversiones religiosas en Israel, y que recomendó agilizarlas para que sean menos estrictas y engorrosas.
Convertirse al judaísmo puede llevar a veces más de un año de estudios en uno de los institutos religiosos operados por la ultraortodoxia judía, que desde siempre se ha negado a hacer conversiones de forma automática o acelerada, como ocurre en otros países del mundo en los que hay tribunales rabínicos.
Según datos de la Oficina Central Estadísticas de Israel, en el país viven unos 300.000 emigrantes de origen ruso que llegaron después de 1991 acogiéndose a la Ley del Retorno.
Esta ley, aprobada en los cincuenta, exige para ser israelí sólo que al menos uno de los abuelos sea judío, independientemente de que el emigrante lo sea.
Muchos de ellos han expresado en los últimos años su voluntad de retornar a sus raíces judías, pero reconocen que las difíciles exigencias de los ortodoxos, que tienen el monopolio de las conversiones en Israel, les han echado para atrás.
Tampoco pueden hacerlo en el extranjero una vez que ya han obtenido la nacionalidad israelí.
Uno de los elementos que el Gobierno de Olmert tiene en cuenta a la hora de inclinarse por la 'conversión acelerada' de estos emigrantes es el creciente porcentaje de la población árabe.
Alrededor del 20 por ciento de los israelíes son palestinos que se quedaron dentro de las fronteras reconocidas del Estado de Israel en 1948, y su número crece de forma más rápida que el de los judíos porque tienen muchos más hijos que éstos.
Fuentes gubernamentales citadas por el diario Haaretz informan de que Olmert se inclina por adoptar las conclusiones de una comisión pública que estudió el sistema de conversiones religiosas en Israel, y que recomendó agilizarlas para que sean menos estrictas y engorrosas.
Convertirse al judaísmo puede llevar a veces más de un año de estudios en uno de los institutos religiosos operados por la ultraortodoxia judía, que desde siempre se ha negado a hacer conversiones de forma automática o acelerada, como ocurre en otros países del mundo en los que hay tribunales rabínicos.
Según datos de la Oficina Central Estadísticas de Israel, en el país viven unos 300.000 emigrantes de origen ruso que llegaron después de 1991 acogiéndose a la Ley del Retorno.
Esta ley, aprobada en los cincuenta, exige para ser israelí sólo que al menos uno de los abuelos sea judío, independientemente de que el emigrante lo sea.
Muchos de ellos han expresado en los últimos años su voluntad de retornar a sus raíces judías, pero reconocen que las difíciles exigencias de los ortodoxos, que tienen el monopolio de las conversiones en Israel, les han echado para atrás.
Tampoco pueden hacerlo en el extranjero una vez que ya han obtenido la nacionalidad israelí.
Uno de los elementos que el Gobierno de Olmert tiene en cuenta a la hora de inclinarse por la 'conversión acelerada' de estos emigrantes es el creciente porcentaje de la población árabe.
Alrededor del 20 por ciento de los israelíes son palestinos que se quedaron dentro de las fronteras reconocidas del Estado de Israel en 1948, y su número crece de forma más rápida que el de los judíos porque tienen muchos más hijos que éstos.
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